EDUCACIÓN

Argentina es uno de los países con mayor desigualdad de aprendizajes de todo América Latina

Argentina es uno de los países con mayor desigualdad de aprendizajes de todo América Latina

Las brechas de desempeño entre los estudiantes de tercer grado aumentaron entre 2013 y 2019, sobre todo en Lectura, pero también en Matemática. Los expertos advierten que, a futuro, esto podría implicar que se profundicen las asimetrías en los niveles de ingreso de la población.

En un ranking de 14 países de América Latina, Argentina queda en el puesto 13 de desigualdad de aprendizajes en Lectura, y en el puesto 11 en Matemática. En cambio, el país se encuentra entre los más igualitarios de la región en cuanto a nivel de ingresos: su índice Gini lo ubica en el puesto 4 de 14. Según los expertos, el problema es no solo lo que estos datos dicen en el presente, sino lo que prometen a futuro: aún más desigualdad.

Tanto en Lectura como en Matemática, Argentina se ubica entre los países de la región con mayor desigualdad en los aprendizajes medida por el índice de Gini, según surge del informe “Desigualdad y aprendizajes. Comparaciones entre Argentina y América Latina”, del Observatorio de Argentinos por la Educación.

El documento muestra que, entre 2013 y 2019, Argentina es el único país de América Latina donde aumentó la desigualdad de ingresos y al mismo tiempo empeoró la desigualdad de aprendizajes, sobre todo en Lectura, pero también en Matemática.

Los autores –Monserrat Serio (de la Universidad Nacional de Cuyo), Eugenia Orlicki y Leyre Sáenz Guillén (del Observatorio de Argentinos por la Educación)– comparan la desigualdad en los resultados de las pruebas de Lectura y Matemática de 3° grado de primaria entre los operativos TERCE 2013 y ERCE 2019, realizados por UNESCO en 14 países de América Latina y el Caribe.

Que un país tenga mayor desigualdad educativa que desigualdad de ingresos es un preludio de que la desigualdad de ingresos en ese país será mayor en el futuro, explicó Emmanuel Vázquez, investigador senior del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad Nacional de La Plata, a Infobae.

“La educación recibida en la niñez y la juventud es un determinante clave de los ingresos que tendrán las personas en su vida adulta. Cuanto más dispares sean los conocimientos y las habilidades con las que se van los chicos del sistema educativo, mayores serán las desigualdades en los ingresos que obtendrán luego en el mercado laboral”, señaló Vázquez.

El país parece estar perdiendo la herencia de la sociedad más igualitaria que alguna vez fue. “Las desigualdades de ingresos que hoy tenemos en nuestro país son en parte explicadas por las desigualdades educativas que existían en el pasado, que eran mucho menores que las actuales”, afirmó Vázquez.

Y continuó: “La Argentina orgullosa de sus niveles de desigualdad de ingresos ‘europeos’ tenía como una de sus bases el acceso de las distintas clases sociales a una educación similar a través de una escuela pública de calidad en la que confluían hijos de padres con realidades muy diferentes. Por muchas razones, ese rol igualador de la escuela pública se ha deteriorado, y el deterioro de la calidad de la educación pública trajo como resultado la migración selectiva de los grupos menos carenciados desde escuelas públicas a escuelas privadas, reforzando las desigualdades educativas”.

El resultado: “Argentina hoy tiene mayor desigualdad educativa que desigualdad de ingresos en comparación con el resto de América Latina, lo que implica que la desigualdad de ingresos va a aumentar más en Argentina que en el resto de los países de la región, a menos que hagamos algo pronto para revertirlo”, advirtió el especialista del CEDLAS.

El coeficiente de Gini educativo muestra que en Argentina la desigualdad de aprendizajes –es decir, la dispersión de los puntajes en las pruebas estandarizadas– es mayor en Lectura que en Matemática, y también es mayor de lo que cabría esperar por su desigualdad de ingresos relativamente baja (para los parámetros latinoamericanos). Este indicador –para el que 0 representa igualdad total y 1 desigualdad extrema– muestra que, por ejemplo, otros países como Colombia tienen altas desigualdades de ingresos pero menor desigualdad de aprendizajes.

Entre 2013 y 2019, los alumnos argentinos empeoraron su nivel de desempeño promedio en Lectura y Matemática en las evaluaciones de Unesco. En ese lapso también aumentaron los niveles de desigualdad de los aprendizajes, sobre todo en Lectura.

Varios países de la región lograron mejorar sus desempeños de Matemática a la vez que redujeron la desigualdad: es el caso de Perú y Paraguay. Sin embargo, en Lectura todos los países evaluados experimentaron un incremento significativo en las desigualdades, es decir, mostraron una mayor heterogeneidad en los niveles de aprendizaje en 2019 en comparación con 2013.

“En este reporte estamos tratando con desigualdades en los aprendizajes básicos de lengua y matemática, aprendizajes de una primera etapa. En lengua estamos hablando de dominios básicos como el discursivo (poder comunicar), el textual (uso de vocabulario o coherencia) y convenciones de legibilidad (como la puntuación o la ortografía). En matemática, de identificar números, realizar operaciones básicas, conocer unidades de medidas, entre otras. Son cuestiones básicas para el día a día”, explicó Monserrat Serio, profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Cuyo, a Infobae.

“Si encontramos desigualdades tan tempranamente, las mismas pueden reforzarse en toda la etapa educativa y en el resto de la vida, en detrimento a la posibilidad de lograr un desarrollo pleno”, agregó Serio.

Para la coautora del informe, la desigualdad educativa en una fase tan temprana y tan básica del proceso de aprendizaje “implica una alarma”. Como Vázquez, ella advirtió sobre la proyección futura que implican estos datos: “Si no están dadas las condiciones para que esta desigualdad educativa se reduzca en los siguientes años, seguramente se traducirá en desigualdades de ingreso y permanencia del mercado laboral, que a su vez puede traducirse en una mayor desigualdad de ingresos futura”.

Invertir en la educación temprana es una de las herramientas más efectivas para mejorar la equidad distributiva, explicó Vázquez: “Está demostrado que la educación preescolar es la forma de gasto educativo más beneficiosa para los más desfavorecidos. Aumentar la proporción de recursos destinados a la educación y el desarrollo en la primera infancia es una de las medidas más costo-efectivas si lo que se quiere es reducir la desigualdad”.

Esto requiere no solo ampliar el acceso, sino también mejorar la calidad de estos servicios, “incluyendo la inversión en la formación de personal, y complementándolo con medidas que favorezcan una mayor participación de los padres en la educación de sus hijos”, señaló el especialista. Y graficó: “Los mejores jardines, con los mejores docentes, en las áreas más necesitadas, es una primera medida para nivelar la cancha”.

“No hay una única receta”, aclaró Gustavo Maradona, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Cuyo. Y mencionó las políticas educativas que buscan “generar incentivos adecuados para que los mejores docentes vayan a enseñar a las escuelas a las que asisten los grupos más vulnerables”, tal como exige la Ley de Educación Nacional en el artículo 83.

Maradona también aludió a “una mayor rendición de cuentas por parte de los establecimientos educativos”, vinculada con la evaluación periódica de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Y explicó que las pruebas PISA muestran, entre otras cosas, la existencia de una proporción significativa de estudiantes “resilientes”, es decir, alumnos “que provienen de sectores desfavorecidos pero logran buenos resultados de aprendizaje, superando los pronósticos en su contra”. Esa resiliencia “tiene que ver mucho con un sistema educativo que les da la oportunidad de asistir más y más regularmente a clases”, explicó Maradona.

Más allá de las medidas para priorizar, los especialistas coinciden en un punto: aumentar la proporción de estudiantes resilientes y reducir las desigualdades educativas requiere que –gobierne quien gobierne– la dirigencia haga un esfuerzo por acordar un plan de largo plazo. El panorama inquietante que trazan los datos actuales sugiere que, como ha dicho el exministro de Educación Juan Carlos Tedesco, ese largo plazo resulta más urgente que nunca.



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