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Marcos Mundstock: adiós a un artista irreemplazable

Marcos Mundstock: adiós a un artista irreemplazable

Uno de los más brillantes humoristas, integrante de Les Luthiers murió en la mañana de ayer, a los 77 años, en su casa de Buenos Aires.

“Todo surge a partir del ensayo, de proponer probables historias que han contribuido al éxito. Me parece que uno de los elementos fundamentales es que, como somos todos de origen académico, nunca nos tentó caer en el chiste fácil, sino por el contrario, buscamos lo original. Esto no significa intelectualidad porque no somos filósofos. Son ideas que se resbalan, que nos imaginamos y caen de golpe y eso se convierte, bruscamente, como una explosión, en el humor que provoca la sorpresa. Creo que así creamos un estilo elegante, manejando más conceptos e ideas que cuestiones físicas o costumbristas directas. Esto fue lo original y demostró la aceptación. Uno podría hacer este tipo de especulaciones y que nadie se ría, o humoristas literarios de gran nivel que requieren mucha sutileza para leerlo, para entenderlo. Nosotros hemos logrado, con ese refinamiento del material, llegar a mucha gente”.

Esto es parte de lo que Marcos Mundstock le decía a El Tribuno la última vez que vino a Salta con Les Luthiers, hace exactamente dos años. 

Pero ayer se fue: “Después de más de un año de lidiar con un problema de salud que se tornó irreversible, nuestro compañero y amigo finalmente partió”, dice el comunicado oficial difundido por Les Luthiers.

En enero pasado se había anunciado que el artista se mantendría alejado de los escenarios a lo largo de todo el año. “Su prioridad para los próximos meses será guardar reposo, seguir adelante con su tratamiento y realizar, posteriormente, el debido proceso de rehabilitación”, se informó entonces.

Si bien su voz de bajo fue marca registrada del grupo, actuó en cine y en televisión, pero en ningún otro lugar fue más feliz que en el escenario con sus compinches de toda la vida.

Su familia

Su padre, de origen judío y oficio de relojero, llegó en 1930 al puerto de Rosario procedente de Rava Ruska, una ciudad ucraniana en aquel entonces bajo órbita polaca. Unos años antes había venido su mamá, quien se instaló en Santa Fe. Un conocido los puso en contacto y se casaron en Rosario, donde nació su hermana. Años después volvieron a Santa Fe, y allí nació Marcos, un 25 de mayo de 1942.

En lo personal, compartió la vida con la cardióloga Laura Glezer. Solía contar que se enamoró de ella “porque conoce mi corazón”. Juntos tuvieron a Lucía, su única hija, licenciada en Administración de Empresas, actriz y productora con la que compartía la pasión por el fútbol, un deporte que jugó hasta que el cuerpo se lo permitió. 

Cuando terminó el secundario entró en Ingeniería, más por mandato que por vocación, mientras que, con mucho más placer, estudiaba locución en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER). Esos caminos en apariencia paralelos, pronto se cruzarían. Fue en ese universo de fórmulas matemáticas donde Mundstock encontró un resquicio artístico. La oportunidad se la brindó el coro. Allí se encontraron Gerardo Masana, estudiante de Arquitectura; Jorge Maronna, de Medicina; Daniel Rabinovich de Derecho y Carlos Núñez Cortés, de Química Biológica. De ese grupo que parecía tan distinto nacería un grupo que cambiaría la historia de la música y el humor en la Argentina: Les Luthiers.

Cuando el coro empezó a tener vida propia, Mundstock se aferró a él como un ancla. Abandonó la carrera de Ingeniería y el golpe militar encabezado por Juan Carlos Onganía lo dejó sin su trabajo de locutor en Radio Municipal. Pero Marcos no se bajoneó: había encontrado en la música coral una actividad que lo fascinaba, aunque lejos estaba de imaginar que fuera posible un futuro profesional ligado al ambiente artístico.

Luego de un festival de coros universitarios realizado en Tucumán se forma I Musicisti, antecedente directo de Les Luthiers. Bajo la dirección de Masana, el grupo realiza una serie de conciertos en el Instituto Di Tella. Fue allí cuando empieza a cobrar vida un personaje clave para la historia de Mundstock y de Les Luthiers: Johann Sebastian Mastropiero. La criatura surgió de la invención de Mundstock y de la mezcla entre los nombres del compositor Johann Sebastian Bach con un personaje inventado, llamado Fredy Mastropiero.

El 4 de septiembre de 1967, Masana, Mundstock, Rabinovich y Maronna forman Les Luthiers. Los esperaba una Buenos Aires que hervía culturalmente. Pronto se hicieron un lugar, y Marcos tendría la tarea de aportar la mayoría de los textos y realizar las presentaciones.

En 1970, cuando tras una serie de presentaciones exitosísimas en un boliche en Congreso los contrataron para hacer temporada en Mar del Plata. Allí también actuaba Nacha Guevara, quien según la leyenda no soportaba el éxito de los músicos. Cada función era un escándalo, hasta que un vaso de vidrio impactó en la frente de Mundstock. El saldo fueron seis puntos de sutura para el luthier, y dos meses de prisión en suspenso para Nacha.

Los espectáculos se fueron sucediendo y el éxito pronto convirtió a Les Luthiers en un clásico del humor de habla hispana. En 1974 desembarcaron en España, primer paso de un amor recíproco que desembocó en el premio Princesa de Asturias en la categoría Comunicación y Humanidades, en 2017. Al recibir el premio Mundstock dijo con su “seriedad” característica: ‘El célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero está indignado, desde el rincón desde el que se esconde, por el otorgamiento del premio Princesa de Asturias a esos músicos que solo se ocupan en denigrarlo”.

Genialidades

Con su voz seria podía hacer las reflexiones más graciosas sin perder la compostura. Como en una ponencia en el Congreso Internacional de la Lengua: “La expresión ‘me importa un bledo’ no tiene igual. ¿Alguien sabe lo que es un bledo? Algún día un ejército de bledos se lanzará sobre los hispanohablantes para vengarse de tantos siglos de ninguneo”. En el mismo tono propuso “formas más directas” y cambiar expresiones como “donde manda capitán no manda marinero” por “el más explícito “donde manda capitán hay que ir”, o que en vez de “una golondrina no hace verano” usar “expresiones más vulgares” como “una golondrina no hace un carajo”. Eso sí, “con perdón de Gustavo Adolfo Bécquer”, decía.

Fuente de la Información: El Tribuno



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