SOCIEDAD

Desde hace 14 años peregrinan siendo testigos de desventuras y milagros

Desde hace 14 años peregrinan siendo testigos de desventuras y milagros

Un grupo de amigos se reúne para caminar desde Metán a Salta, 144 kilómetros en tres días. La fortaleza de la fe y la esperanza opaca a los pensamientos negativos, las tristezas y las pruebas que les puso la vida.

 “Queríamos agradecer todo lo que teníamos”, dijo uno de los cuatro hermanos de la familia Molina. Así, hace 14 años decidieron peregrinar desde Metán a Salta, en la época del Milagro.

Uno de los hermanos vivía en Metán y las conversaciones entre ellos siempre concluían en lo afortunados que eran ya que nunca habían sufrido ninguna tragedia: “veíamos a otras familias que padecían enfermedades y demás cuestiones y quisimos agradecer. Por cuestiones personales y laborales no podíamos hacer la peregrinación con los grupos que ya la hacían porque demoraban cerca de cinco días, y decidimos  hacerla en tres”, contó uno de ellos a LA GACETA.

Así partieron los tres hermanos, con mochilas cargadas de alimentos, agua y bolsas de dormir. “No teníamos ni idea de lo que hacíamos”, recordaron porque la carga se volvió pesada al transcurrir las horas. “Llegamos a Lumbreras cerca de las 14, la primera parada a 36 kilómetros y ya estábamos destruidos. Nos sentamos a comer sin elongar ni nada. Hacía mucho calor, caminábamos de día y muy lento”, dijo y agregó: “nos íbamos cruzando con otros peregrinos que nos iban pasando. Ellos iban alegres, felices, bajaban a los ríos a tomar agua ¡nosotros no podíamos ni caminar! Uno de mis hermanos abandonó pero igualmente llegamos hasta el final. Fuimos charlando todo el tiempo, rezando, escuchando música”.

Entre milagros y desventuras: la vida

En los 14 años que peregrinaron como amigos y hermanos, la vida siguió continuó. Si bien seguían agradeciendo las bendiciones de la vida, las desventuras, tragedias y enfermedades aparecieron. Cerca o lejos, la vida, con todos sus matices, se hizo presente.

“Al año siguiente de la primera peregrinación nació la quinta hija de uno de mis hermanos con una grave enfermedad y estuvo muy delicada varios años. Los mellizos de otro de ellos convulsionaron una noche y tuvo que volverse a asistirlos. En estos años fallecieron los padres de algunos de los chicos, inclusive el nuestro. Uno de mis hermanos y un sobrino también murió”, contó Pancho emocionado y recalcó: “ahora seguimos haciendo la peregrinación para agradecer y pedir  por las almas de todos”.

Las historias de los amigos se cruzan en la caminata y muchas veces la emoción del momento los supera. Algunos conversan sobre sus pensamientos y otros caminan solo con ellos. “Una vez uno de los chicos fue llorando todo el camino.  No cruzó palabra con nadie”, recordó uno de los hermanos.

“Dije que iba a venir caminando en este grupo de Metán a Salta el resto de mi vida si podíamos ser padres”

José relató a LA GACETA por qué decidió peregrinar, cuando el grupo ya estaba consolidado. “Mis primos ya me habían contado de la peregrinación y me insistían para que la haga. Yo lo veía medio extraño, había dejado el deporte y no hacía nada. Con mi esposa buscábamos desde hacía cinco años un hijo que no llegaba. Nos habíamos hecho todo tipo de estudios y estaba todo perfecto, impecable, pero no venía. Ese año hice una promesa al Señor y a la Virgen del Milagro, inclusive fuimos al Alfarcito a hacerle una promesa al padre  Chifri”, relató y siguió: “dije que iba a venir caminando en este grupo de Metán a Salta el resto de mi vida si podíamos ser padres y pensé: el día que no pueda caminar, ayudaré al grupo de cualquier forma. Un día antes de salir en mi primera peregrinación mi mujer me dijo que estaba embarazada. Fue increíble”. 

Su hija tiene hoy 3 años y él camina desde hace cuatro años los 144 kilómetros que separan a Metán de Salta.

Entrar a la Catedral: “una emoción increíble”

Todos los peregrinos coinciden en lo mismo: la llegada a la Capital ya es emocionante para todos, pero el ingreso a la Catedral Basílica, las oraciones que se realizan antes de que ingresen los peregrinos, la gente que se aglomera alrededor para saludarlos, hacen que la experiencia del peregrino en ese momento sea más emocionante: “es increíble ingresar a la Catedral”, indicó Pancho a LA GACETA. 

La primera vez, recordó, no se habían bañado en tres días y habían logrado el objetivo “sin pena ni gloria”, pero la familia los esperaba y ahí estaban, cumpliendo su meta.

El trayecto de 144 kilómetros de Metán a Salta está plagado de subidas y bajadas debido a los cerros, se realiza por Ruta 9. Si se hiciese en auto, se demora 1 hora 45 minutos, aproximadamente. A pie, existen algunos grupos que caminan cinco, cuatro y ellos, en tres días.

“Ya vas a ver que entrás saltando a la Catedral”

José recordó cómo fue su primer ingreso a la Catedral, emocionado por el embarazo de su esposa. “Estaba destruido: me dolían las rodillas, las hernias de disco que me mataban de dolor. Y todos repetían `cuando lleguemos (al expeaje) Aunor vas a tener el analgésico más grande del mundo. Ya vas a ver que vas a entrar saltando a la Catedral´, me decían y para mí era impensable. Pero ahí, en Aunor nos juntamos con los peregrinos de Salta Forestal quienes nos adoptaron a nosotros y otros grupos más chicos y fue así”.

El grupo de Salta Forestal, Joaquín V. González y Quebrachal está conformado por gente joven y en los años que vienen peregrinando se generó un clima de camaradería en donde abundan las canciones. “Es increíble entrar a la Catedral con ellos. Apenas salimos de Aunor para el centro, sin entrar en calor, ya estábamos cantando y abrazados. Ese año entramos así y es muy curioso porque inclusive aquellos que dicen no ser cristianos ni practicantes, inclusive agnósticos o ateos, se emocionan y no quieren perderse el ingreso al santuario del Señor y la Virgen del Milagro”.

“Es pura cabeza, estar decididos, pensar en encontrarte en la Catedral con tus seres queridos a pesar del dolor en el cuerpo. Ese dolor se banca si hay cabeza”, concordaron entre los peregrinos y agregaron: “la gente se emociona con uno y uno de verlos a todos. Además, ahí somos todos iguales, tengo mucho respeto por los peregrinos que caminan y que se organizan menos que nosotros. A veces la gente en el camino se frena a acercarte algo y eso te conmueve”.

Los hermanos comienzan a convocar a los amigos: “generar un efecto multiplicador”.

Debido a la emoción vivida decidieron, al año siguiente, volver a peregrinar. Ese año acababa de nacer la hija de uno de los hermanos con una grave enfermedad y debió ser operada en varias oportunidades.  

“Ya ese año volvimos a hacerla y mi viejo nos llevaba algunas cosas en la camioneta, nos acercaba algo para comer y tomar cuando podía. Hizo mucho frío y tuvo que acercarnos ropa de abrigo. Uno de mis hermanos se vistió con su ropa ¡y estaba tan gracioso!”, recordó Pancho y agregó: “Nacho nos volvió a abandonar y con Germán llegamos a Catedral. Un sacerdote que nos vio se nos acercó y nos dijo: `ya lo hicieron, ahora deben generar un efecto multiplicador´”.

Comenzaron a contarles a sus amigos lo que habían hecho y el grupo comenzó a crecer. En 14 años llegaron a ser más de 30 amigos y conocidos que se fueron sumando desde Metán y otros desde Güemes.

La competencia entre quienes participaban ya se teñía de humor: los hermanos apostaban que quien abandonase la caminata debía ponerse un tutú de bailarina.

La logística, que nada quede al azar

En 14 años de peregrinaciones el grupo original se fue organizando y “profesionalizando”. En ese tiempo aprendieron a caminar livianos, con una pequeña mochila en la espalda que contenga algo de líquido, barras de cereales, frutos secos o frutas.

Además, cuentan con un vehículo de apoyo que traslada bolsas de dormir, ropa limpia, elementos de higiene y acerca las diferentes comidas del día.

El aprendizaje de todos los años hizo que consulten médicos especialistas para llevar un botiquín común que evite paspaduras, problemas digestivos, dolores de cabeza y demás. También contaron con la asistencia de un fisioterapeuta amigo que los asistía en cada jornada.

Para todos ellos, el frío siempre es mejor para las caminatas. Con lluvia y mucho sol, a pesar de que caminan gran parte de la noche, es complicado. “El sol te desgasta mucho más, con frío transpirás y te paspás menos”, coinciden entre todos.

Un mes antes, mediante un grupo de WhatsApp comienza a organizarse la peregrinación. Deben prever permisos laborales, logística aunque, por lo general, una semana antes sabemos exactamente cuántos serán los integrantes de la caminata.

Fuente de la Información: La Gaceta



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