En un primer momento, incluso, se llegó a pensar con la posibilidad de que se estuvieron produciendo un ataque terrorista, dado el lugar donde estaba ocurriendo el suceso. El terror llegó a tal magnitud que muchos viajeros tuvieron que ser atendidos por ataques de ansiedad. Y es que Madrid sigue aún de luto por lo acontecido el 11 de marzo de 2004, cuando cientos de personas perdieron la vida debido a diez explosiones casi simultáneas instaladas en cuatro trenes de cercanías. En esta ocasión podemos respirar tranquilos, pese al gran miedo que se vivió.
El susto inicial se lo llevó Carla, una estudiante universitaria madrileña de 22 años, que iba a clase sentada en el metro sobre las nueve y diez de la mañana cuando se percató de que salía humo de su bolso. La joven ha relatado horas después que vio como se hinchaba como una bolsa de aire y explotaba. Fue entonces cual lo tiró al suelo y salió corriendo pensando que alguien le había colocado una bomba. La humareda se hizo con parte de los vagones, ante el terror de todos los pasajeros que, como Carla, viajaban camino a su rutina diaria. Y todo ello causado por un dispositivo de la marca Airis, según relata la afectada a El País.
El tren afectado se encontraba a 100 metros de la estación de Príncipe de Vergara. Concretamente, era un vagón de la línea 9, que paró en seco tras activar uno de los viajeros la palanca de freno. Ya en ese momento la idea de que pudiera estar ocurriendo un atentado corría por la mente de muchos de los allí presentes. Uno de los afectados usó un extintor para intentar apagar las llamas, lo que empeoró la situación aumentando la confusión. Otro llegó a abrir las puertas del tren saltando desde el interior para intentar buscar refugio en la estación de Príncipe de Vergara. Se trata de un túnel muy peligroso y los que llegaron a salir temían de que viniera otro metro. El problema es que dentro del vagón la situación era insoportable y estaba todo lleno de humo asfixiante.
Hasta el lugar se personaron agentes de policía, bomberos y sanitarios. No hubo heridos graves, ni siquiera la propietaria del equipo. En total, se tardó una hora en que se restableciera la normalidad,afectando además a circulación entre Sainz de Baranda y Avenida de América, ya que tuvo que cortarse este tramo. Por suerte todo ha quedado en un gran susto, y tanto Carla como los demás pasajeros pueden respirar tranquilos. De momento el fabricante Airis no se ha pronunciado al respecto, aunque la propietaria del equipo ha asegurado que piensa poner una reclamación.
